sábado, 20 de noviembre de 2010

Gracias a su falta de delicadeza

Juro que la escena fue más o menos así:
Yo estaba subida al sillón como arrebatada, atrincherada. Herida fatal, me había largado a llorar como una criatura hacía varios minutos. En ese momento, entonces, estaba de cara empapada y buscando pañuelitos en mi morral. Él no me ofreció nada. Me miraba a punto de pronunciar lo que yo esperaba que fuera su pedazo de telgopor o cualquier cosa que flotara en medio de tanto naufragio. Y mientras esperaba sus palabras, seguía incrementando la desazón en generosas gotas de sal. Pero ahí venía su discurso. Iba a decirme algo absolutamente sosegante.

- ¿No te parece que te estás victimizando?

Eso dijo.
Y yo envuelta en mares.

- ¿Y en qué carajo me ayuda eso que me decís?- le escupí yo. No sé si dije realmente "carajo", pero si no fue así, fue por puro respeto a su licenciatura.

Esa era sólo una de las tristes verdades que me anunció ese día. Una, quizás la más contundente, la repitió varias veces, supongo que para que no la olvidara.

- Esta mina no quiere estar con vos.

Y me encargué de baldearle el consultorio completo con mi agudísima pena.

Dos días después, he tomado cartas en el asunto. La he sacado de mi vida definitivamente. Ahora sí, estoy rota, rota, rota.
Pero con perspectivas de rehabilitación.

1 comentario:

  1. rehab rehab...cuanto antes una pone cartas en el asunto, el asunto empieza a cicatrizar.

    ya no es mágico el mundo..pero con ella..¿era mágico?? mmmm

    un beso de otra que anda en unas parecidas.

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